Por Prof. Claudia Bursuk
Este ciclo de charlas a vecinos del partido de Gral. San
Martín, va terminando. Finalizan las historias de quienes armaron sus vidas en
torno a una familia y al trabajo independiente, llámese negocio o industria,
emprendimiento de temática cultural o educacional. Se tejieron redes
comunitarias que ayudaron al crecimiento del partido. ¿Cómo
comenzamos con esta propuesta? Me tomo la licencia en ésta oportunidad de hablar
en primera persona. La idea surgió a partir de una entrevista que gentilmente
me realiza en el mes de septiembre del pasado año, la
L.C.I.S.M., donde cuento como llegué a hacer obra con la temática de las
carpinterías. Me pregunté cómo serían las historias de otros integrantes de la
comunidad. Es por eso que, en ésta última nota del año 2022, convoco a una
colega con la cual tenemos proyectos en común para el partido. La profesora Verónica Isola es de quien les hablo.
Ella como quien escribe, tuvo padre carpintero. Pero su historia se remonta a
su bis abuelo, quien nació en Reggio Calabria, Italia. Allí ejerció el oficio,
coronando su trabajo con un encargue para el palacio de Messina, Sicilia.Don Carmelo,
se conoció con Concetta Galetta, relación que no aprobaban las familias por ser
de culturas diferentes. De este matrimonio nació Vicente Isola, que, junto a
María del Carmen Valdés, formaron una familia que también se sustentó con una
carpintería.
Óleo original de la Prof. Verónica
Isola.” HOMENAJE A MI PADRE”
Don Vicente, el abuelo de Verónica, llegó a la Argentina y
la suya, la instaló en el barrio de Devoto para trasladarse más adelante a
Villa Ballester con su pequeño hijo Héctor Isola. El negocio comercial de venta
de mobiliario estaba en la calle Pueyrredón, ni bien se cruza la barrera a
mitad de cuadra donde ahora yace un gimnasio. El papá de Verónica se cría
jugando en la calle paralela a las vías, juntándose en una casa antigua con
pérgola en el frente y disfrutando de aquellos añorados esparcimientos.
Nos cuenta Verónica:
“Mi papá Héctor Isola (1939-2016), nació en Capital Federal, casado con Ana María Mattioli en 1965 en la Iglesia Nuestra Señora de la Merced. Mis hermanas Ana María y María Alejandra, también se han dedicado a la docencia y al arte, una al teatro,otra a las artes visuales como yo. Nuestros padres nos brindaron un sin número de experiencias artísticas y sensoriales, permitiéndonos sensibilizarnos con la naturaleza y la vida en todas sus formas.Mi madre docente y con dotes para la pintura, mi padre de oficio carpintero, estudió en el Colegio José Hernández y en el Otto Krausse, también fue matricero, un apasionado del hacer, de construir, arreglar, improvisar, solucionar, disfrutar, jugar, reír, cantar y bailar.”
Me quedo sin palabras para describir esta escena que muestra
la fotografía de la familia Isola.
Solo agradecer profundamente a la Liga del comercio y la industria de San Martín
por aceptar esta colaboración en su revista Ligar,
y especialmente a Omar Iribe por confiar en que podría aportar estas historias
para interés de todos los lectores.
Cada uno de nosotros venimos al
mundo en diferentes contextos, con diferentes atributos y en situaciones
diversas. Pero de algo estamos seguros: todos, absolutamente todos, tenemos
talentos a desarrollar dormidos dentro nuestro. Solo la voluntad de cambio y la
fé en que las cosas pueden transformarse, son el motor suficiente para derribar
lo que racionalmente nos parece difícil, casi imposible.
Permitámonos soñar con mejores mundos y maravillosos encuentros, a través del otro. A través del amor al otro. Soñemos con la prosperidad de nuestras familias, y entiéndase por ellas, a quienes nos acompañan en el día a día. Con quienes contamos cuando tenemos un problema. A veces, quien menos uno espera, se transforma en alguien importante para nuestro bienestar. En ocasiones una palabra, aviva la llama de esa vela encendida para que sigamos adelante más allá de las dificultades. ¡Buen año 2023!
Este es mi homenaje a
cada una de las carpinterías y hombres de oficio, que, de distinto modo,
hicieron revalorizar lo artesanal, los materiales nobles, las manos sobre la
chapa para realizar una obra de arte taraceada. Ebanistas, lustradores a la
goma laca, silleros, muebleros de estilo, espigadores, lijadores, torneros,
encoladores, y como mi papá, hombres que pensaron en inventar la herramienta
perfecta para un fin específico. Los carpinteros racionales, los que armaban
presupuestos, los que conseguían la chapa de roble adecuada, el cedro maduro.
Los que atendían al cliente a domicilio. Hombres que con su empatía
conquistaron por su servicio, no muchas veces bien pago.
Homenaje al que cumple con los plazos estipulados. Al que tiene palabra. Al que aún sin dormir, sigue para cumplir con sus entregas. A los que planificaron la producción de tal manera, que pudieron afrontar grandes contratos de amoblamientos en edificios de muchos pisos en el barrio de Belgrano, o simplemente entregar aquella cama que encargara una familia en el negocio, para una fecha determinada. Épocas de bonanza y otras no tanto, pero siempre con la honestidad a cuesta. C.B