Río de Las Conchas posteriormente Reconquista
¿Cómo se comerciaba en antaño? ¿Qué oficios eran los comunes? ¿Pulperías?, curtiembres, ¿quintas con plantaciones de frutales? Para ayudarnos con las respuestas, le preguntamos al Profesor de historia Julio R. Otaño.
-Los herreros era un oficio muy importante por el tema de
las herraduras de los caballos. Había muchos vendedores ambulantes como los
conocidos aguateros, la vendedora de empanadas; mazamorreros. Arrieros, que
eran los que movilizaban al ganado. Domadores de potros; los matarifes; las
zurcidoras, especie de modista y los sastres. Pensemos que en esa época se
hacía toda la indumentaria a medida. Los poceros, se dedicaban a la extracción
de agua de las napas bajo tierra. La pulpería era un almacén de ramos generales.
Había talabarterías para la fabricación de zapatos, primeras piezas
rudimentarias, y fabricaban tabién sillas de montar, aunque lo hacían
generalmente en pelo.
Acercándonos en el tiempo, Julio nos recuerda que en la
calle Perdriel y Bonificini se encontraba el mercado de frutos, nuestro mercado
de abasto, que proveía a los comercios sanmartinenses. Hoy en día sigue
funcionando el Mercado Central, y es allí, en el primer piso, donde funcionó
muchos años la Escuela de Artes Visuales Antonio Berni. Y hablando de escuelas,
donde actualmente está la Escuela N°1 Domingo Faustino Sarmiento, funcionaba
una “Posta de Caballos”, y el característico almacén de ramos generales. Estos también
existían en las tierras de Los Santos Lugares, llamadas así a las
inmediaciones de la Av. Ayacucho y Av. Pte. Perón, del barrio de San Andrés.
Las lavanderas que se dirigían al río para lavar,
seguramente prosperaban en la región norte del partido, pueblos llamados “del
Fondo de la Legua”.
En la
página web del municipio leemos:
El Partido de San Martín se creó el 25 de
febrero de 1864, como respuesta a la rápida expansión del pueblo, que hizo
necesaria la creación de autoridades que atendieran a su desarrollo, a la
custodia del orden y de la seguridad.
En 1837, ante un pedido de vecinos dirigidos por Don Félix Ballester, se realizó el trazado de calles que consistió en 81 manzanas, rodeadas de 49 quintas. San Martín adquirió importancia hacia 1876, cuando el ferrocarril que iba a Campana comenzó a circular por el pueblo y creó, así, una ruta rápida a la ciudad de Buenos Aires. De esa manera, trabajadores provincianos se incorporaron a la población estable, gracias a la instalación de galpones y talleres.
Para finalizar les comparto un nostálgico relato que escribí hace algunos años, para pensar que otras formas de intercambio nos pueden mejorar el buen vivir.
LA FERIA
Siete de la mañana, el fresco me despabila. La caminata de seis cuadras hace que el día comience muy bien.
Activando la circulación por todo mi cuerpo, respiro
profundo y me llega el aroma de los tantos árboles que hay por mi barrio, Villa
Lynch. Paseo. Al fin se vislumbra el gentío….
Es la mejor fotografía que había visto en muchos años.
Allí, frente a mis ojos una gran familia. En ese ámbito casi todos se conocen.
Abuelos que todas las semanas se presentan haciendo malabares con su jubilación
para poder comer en esos días del nuevo milenio.
¡Los hipermercados…! Desde que aparecieron se
convirtieron en moda. Fue el cambio de hábito de las familias de clase
media y clase media alta. Cayeron en la trampa del consumismo.
La tentación: creer que en un objeto se va a encontrar la
respuesta a todos los conflictos y problemas de esta vida.
El ama de casa, tiene que salir a trabajar fuera de su
hogar y no tienen tiempo para mucho. Encuentra en el fin de semana el momento
apropiado para matar dos pájaros de un tiro: recrear a la familia y hacer las compras.
Los almacenes de barrio…agradecidos.
¡Qué hermosas las ferias de los barrios! Ellas siguen
estando allí, como muchas de Buenos Aires.
Por suerte en estos sitios, no se paga una marca ni una
moda.
Ni alimentos en cajas vistosas, ni ofertas engañosamente,
extraordinarias. Todo esto no se hace presente en las ferias de barrio.
Ver el despliegue de color de los puestos de verduras,
ajíes amarillos, verdes, rojos; frutas brillantes; papas en sus más diversas variedades.
Aire libre, luz natural. Solo el sol ilumina la paleta de pintor. El aroma del
pescado fresco parece más profundo. La feria hace valorar la naturaleza. Pensar
en una sola semilla que en la tierra se desarrolla para obtiene todo esto, es
maravilloso. Lo que comemos nos nutre y mejor si no es enlatado.
Valoremos a nuestras abuelas, quienes nos llevaron de la
mano a comer pequeñas zanahorias recién arrancadas chorreando dulzura. Ellas
nos enseñaron lo importante de poner la mano en los alimentos.
Esta elaboración es de no solo ingredientes concretos en
las comidas sino de los abstractos, los del alma, los espirituales. La energía
del cariño y el saber que estamos dando lo mejor a nuestros seres queridos,
aunque lo que nos lleve dos horas hacer, se lo devoren en dos minutos.
Pues hace muy poco definía un amigo “querer es
poseer, amar es dar”. Comprender que esto es así y asumirlo, es parte
del trabajo del amor.